Somos una sociedad y un país de maximalismos. Justo antes de la gran crisis bancaria de 2008 todavía recuerdo al Gobierno de turno haciendo 'test' de resistencia a los bancos y presumiendo de que teníamos «el sistema bancario más sólido del mundo». Era tan sólido que al final les tuvimos que prestar 56.000 millones para que nos siguieran cobrando el recibo de la luz y pagando la pensión al abuelo. Por supuesto, de devolver algo ni mentarlo, aunque ahora ganen 32.000 millones al semestre con el precio oficial de la 'pasta'.

Con la Sanidad pasaba igual. Toda la vida presumiendo de que, desde la nada, habíamos creado el sistema sanitario más universal, garantista y solidario… del mundo. Y algunos nos lo creíamos. No había más que viajar al extranjero y necesitar atención médica para comprobarlo. Aquí, en cambio, se atendía a todos sin preguntar. Hasta descubrimos que miles de británicos se ponían repentinamente malos en Marbella o Mallorca y acudían al médico (para evitar el colapso y el rechazo que ya sufrían en su país).

Después llegó el particular 'test' de resistencia de la Sanidad que fue la covid-19. Ahí los profesionales echaron el resto y arrancaron nuestra admiración. Pero la desregulación y los recortes ya estaban haciendo mella en el sistema. Ya no solo no presumimos de ser los mejores sino que miramos a nuestros vecinos europeos hasta con envidia. Al médico y escritor burgalés José Antonio Abella le hubiera gustado ser hoy vecino de Oporto o de Lyon, en lugar de residir en Segovia. Sanidad le ha dicho que su cáncer colorrectal en fase aguda cuesta 6.000 euros al mes y que no le paga los fármacos, a pesar de su probada eficacia. Ha estado 40 años por los pueblos de media España atendiendo pacientes y ahora tiene que escuchar esto. Y que oncólogos amigos suyos le confiesen que «se nos cae la cara de vergüenza por tener que prescribir fármacos que sabemos que los pacientes no pueden comprar». Solo de este tipo de tumor, hay algo más de 500 españoles que tienen que echar cuentas para ver cuántos meses de vida pueden pagarse en función de su economía. 

Y me pregunto si entre tanto baile de fondos de resiliencia por aquí y de prosperidad por allá, no sería prioritario el fondo de resistencia de nuestra Sanidad. El primer precepto de igualdad de derechos para todos.