Diario de Burgos

Un museo de aperos y mil curiosidades en casa

L.N. / Sta. Mª del Mercadillo
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Mauro Martín ha recopilado un sinfín de artilugios de labranza y cocina que reflejan el alma de Santa María del Mercadillo y permiten recordar cómo vivían las generaciones anteriores

Mauro Martín Tapia ha logrado reunir multitud de aperos de labranza, entre los que destaca un arado romano. - Foto: L.N.

Todo surgió hace al menos siete años. Mauro Martín y su familia decidieron arreglar el tejado de una de sus viviendas. Fue entonces cuando aparecieron todo tipo de aperos de labranza y artilugios diversos. Lejos de desecharlos, cuenta que a él le dio por repararlos. Al fin y al cabo, ya estaba jubilado y siempre le ha gustado recordar cómo era la vida de antes. Después, poco a poco, ha convertido esa casa, que estaba deshabitada, en un pequeño museo de antigüedades que reflejan el alma de su pueblo, Santa María del Mercadillo. 

Martín no ha contado la gran cantidad de elementos que decoran la planta de arriba de esta casa-museo, pero apenas queda ni un solo rincón libre. Bastan unos segundos para descubrir un sinfín de curiosidades, desde un 'topo' para sembrar remolachas, una sulfatadora de metal con al menos 60 años de antigüedad, varias banquillas que se empleaban tanto para lavar en el río como en el lavadero o una tijera para esquilar a las ovejas. Muy cerca, junto a un par de zuecos de madera colgados en la pared, aparecen dos alpargatas. Cada elemento tiene su historia. No ha dejado nada al azar. Pues bien, es el calzado que utilizó su hermano Modesto durante el servicio militar que prestó en el Sáhara Occidental.

Y es que la inmensa mayoría de los objetos proceden de la familia Martín Tapia, aunque Mauro ha sumado las aportaciones de algunos vecinos del pueblo y otros los ha comprado, sobre todo, en el rastro de Burgos. Por eso, cada día acude hasta su pequeño museo, pone la radio y disfruta con cada uno de los recuerdos de su infancia y juventud que allí están plasmados. Hay molinillos, un gramófono que sigue funcionando, varias cámaras de fotos antiguas, braseros y hasta una estructura que colocaban encima y sobre la que ponían la ropa para que se secase. Martín ha logrado otro artilugio similar en el que se depositaban las brasas y se introducía en la cama para calentar aquellos fríos inviernos en Santa María del Mercadillo. 

No falta alguna que otra plancha de ascuas, una escardadora o una artesa, que en su casa utilizaban tanto para amasar el pan como para adobar la carne de la matanza.  Así, junto a las palas para el horno, ha colgado varias cribas e, incluso, el gatillo que él mismo usaba de chaval para cazar gorriones o ratas de río, porque como recuerda Mauro, «antes en el Esgueva se sembraba muchísima remolacha y el agua estaba muy limpia».

«Me gusta enseñarlo». Su pasión por las antigüedades no queda ahí. Una vez que las repara y las encuentra un lugar en su museo, Martín siempre está dispuesto a mostrárselo a cuantos se acercan, tanto de Santa María del Mercadillo como de los pueblos cercanos. «Me gusta enseñarlo. La gente mayor se emociona al ver ciertos aparatos», destaca. Y es que hoy tampoco resulta tan fácil observar determinados artilugios porque, como lamenta Martín, «antes todo se tiraba o se vendía al chatarrero y ahora muchos se lamentan». Sea como fuere, él ha logrado reunir todo tipo de elementos que permiten preservar el legado de los mayores y que así los jóvenes sepan «de dónde venimos». Pues bien, de una época con bieldas, rastolas, hocines, alforjas o romanas. De los candiles y las herraduras. O de aquellos sacos con la estampa de Nitrato de Chile. De ahí venimos.