Diario de Burgos
Fernando González Urbaneja

Cartas desde 44 leguas

Fernando González Urbaneja


De Curie a Karicó

10/10/2023

El último Nobel de Medicina otorgado (con todo merecimiento) a la investigadora húngara Katalin Karicó, muy bien comentado en estas páginas el domingo por el microbiólogo Adolfo García Sastre, me parece que merece atención y divulgación, especialmente en los colegios, para estimular la vocación investigadora de nuestros jóvenes. La investigación desplegada por Karicó en su país y luego en Estados Unidos y finalmente en Alemania hizo posibles las vacunas contra la covid-19. Dicen que salvó veinte millones de vidas. Uno de los méritos de Karicó es la constancia y la confianza. Durante años apostó por la técnica del RNA para la vacuna vírica. Le cerraron muchas puertas en universidades y compañías farmacéuticas, hasta que los visionarios Ugur Sahin y Ozlem Túrezi (turcos en Alemania) fundadores de BioNTech confiaron en la técnica de Karicó para obtener y fabricar las nuevas vacunas. Sin duda uno de los acontecimientos científicos exitosos de esta década. 

Son pocas las mujeres en la lista de benefactores de la humanidad por su logros científicos. Entre las más admirables cuenta Marie Curie, doble Nobel en Física y Química, cuya entrega a la ciencia es sobresaliente y ejemplar. A Curie, como a Karicó, le negaron recursos, oportunidades, credibilidad, pero fueron capaces de sobreponerse a la opinión hostil, a las envidias e incomprensiones, para ofrecer a la humanidad soluciones, ciencia aplicada, y finalmente progreso. 

Hasta ahora a las mujeres les cuesta el doble alcanzar lo que está al alcance de los hombres. Es obvio que Pierre Curie contribuyó a la carrera de su esposa, como el doctor Drew Weissman, merecidamente premiado con Karicó, fue determinante para abrir las ventana de oportunidad de esta en la universidad de Pennsylvania. Hombres inteligentes que detectan el talento de mujeres cercanas. 

El caso de Karicó, como el de la turca Ozlem Turezi (premio Princesa de Asturias 2021), son testimonio de que la ciencia necesita el talento de mujeres y hombres en libertad, a quienes no se les cierran puertas ni ventanas. Ambas merecen el título de benefactoras de la humanidad con méritos propios.