Diario de Burgos
Diego Pérez Luengo

Plaza Mayor

Diego Pérez Luengo


Ingenieros

02/02/2024

Ahora que la hierba que crece sobre los montículos de tierra de la calle Francisco Grandmontagne demuestra que la reforma planeada es una realidad, yo camino por allí y noto que me falta algo. Es extraño, como si el proceso de la obra me hubiese dejado una huella de nostalgia que no consigo recuperar. Y, después de varias semanas, he llegado a la conclusión de que les echo de menos a ellos.

Ya me había acostumbrado a sus consejos. A la sapiencia innata de quien opina sabiendo que tiene una vida entera de experiencias a sus espaldas. A esos conocimientos que envidian los profesores y libros de cualquier universidad. He llegado a la conclusión de que echo de menos a todos esos ingenieros civiles jubilados que iluminaban mi saber cada vez que ponía un pie en su territorio. Allí, pegados a las vallas, iban comentando las jugadas de los operarios como si del mejor partido del Burgos se tratara. Y es que una obra no es para menos.

Muchos no lo saben, pero en la sombra de la historia de muchas de las construcciones que ahora admiramos están esos profesionales curtidos en las reformas callejeras. Las horas libres les dejan la opción de recorrerse la ciudad buscando nuevos objetivos, pero cuando se trata de su barrio se vuelven especialmente críticos. Afinan el ojo y no tienen problema en discutir, el tiempo que haga falta, y con las razones que les sobran, sobre lo que se está haciendo mal en esos procesos. Porque para que ellos puedan hablar, tiene que haber siempre algo que no encaje.

Yo, si les soy honesto, les echo de menos. Por eso siento que me falta algo. Porque ver la amplitud de los espacios que ha dejado la peatonalización de esa calle, también es ver sus huecos en la valla vacíos. Me encantaba el ambiente que se generaba y si tenía un minuto de sobra, me quitaba los cascos y escuchaba cómo sentaban cátedra. Muchas veces nos volvemos locos con las reformas que necesitan las cosas, pero lo decimos desde el egoísmo de no pensar en todos esos ingenieros jubilados que buscan constantemente su sitio al pie del cañón.

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