Vamos de sobresalto en sobresalto, de decepción en decepción, con un gobierno que descalifica a quienes denuncian sus mentiras y dudan de su respeto a la democracia. Lleva meses actuando contra profesionales a los que considera enemigos a abatir: jueces, periodistas, y el puñado de fiscales que se niegan a aceptar las órdenes del Fiscal General imputado. Todo, para salvar la cara del matrimonio presidencial; es lo que importa al sanchismo, no que se haga justicia. Frente a ese gobierno que se centra en lo suyo, en sus intereses, el principal partido de la oposición se deja meter goles de consecuencias que duelen, como acaba de pasar con la reforma que permite que se contabilice el tiempo pasado en una prisión europea como si la condena se hubiera cumplido en una prisión española.
Si se dio cuenta años atrás el equipo de Rajoy de lo que suponía esa normativa europea, e incluyó una enmienda para que la iniciativa parlamentaria no se aplicara a los etarras. Pero ahora no hay en el Congreso personas que estudien a fondo cada papel que llegue a su mesa, y se ha metido un importante gol a los españoles que están con las víctimas de ETA.
El PSOE reconoce el error, pero es difícil creer que efectivamente lo sea, hay motivos sobrados para pensar que los favores a Bildu son habituales en el mundo sanchista. Feijóo ha perdido perdón a las víctimas, pero es inquietante que el PP no sea capaz de estar permanentemente en guardia, cuando tiene enfrente a un gobierno capaz de cualquier perversión con tal de mantenerse.
Feijóo no puede estar a todo, bastante hace con no parar y mantener la unidad de un partido con tantos gobiernos regionales, cada uno de ellos con voz propia. Pero le falla el equipo, con algunas personas sin la obligada capacidad y experiencia para ocupar cargos de responsabilidad. Para mayor escarnio, los diputados responsables del fiasco afirman que habían analizado el texto de la reforma y las enmiendas "con detenimiento". Pues peor, porque significa que no tenían idea de las consecuencias de lo que estaban leyendo.
España se ha convertido en un país en el que ganan terreno partido que incumplen la ley, con un presidente que no tiene más obsesión que proteger a su mujer cuando es acosada por la justicia, en lugar de aclarar aspectos escabrosos de su vida laboral. Una mujer que como defensa intenta desacreditar a quienes marcan distancias con ella y sus circunstancias. Es difícil asumir que desde el gobierno se cuestione a los jueces más acreditados, a medios de comunicación que publican verdades como puños y aportan las pruebas; y que en afán de desacreditar a quienes critican al presidente, se incluya nada menos que a The Economist y The Times.
Echar un vistazo a los protagonistas de la España actual, es un dolor. Con excepciones, pero es un dolor. Y por si no fuera suficiente motivo de preocupación, tenemos ahí dos guerras que pueden cambiar el mundo sin que el gobierno defina claramente su posición, para que no se enfaden los socios de uno o de otro lado.
No nos lo merecemos.