Ana Mari, Tere, Clemen, Criselda, Asun o Julita han vivido de forma anónima trabajando sin descanso durante casi toda su existencia para atender las tareas del campo o del ganado, o de ambas obligaciones, y, por supuesto, su casa y sus hijos e hijas. Se han mantenido firmes en sus pequeños pueblos del municipio de Medina y nadie les había dado las gracias por sostenerlos, por cultivar sus huertas, por dar, por estar, por ser... Posiblemente solo lo habían hecho sus seres queridos. Pero ahora, la Concejalía de Igualdad y Políticas Sociales del Ayuntamiento medinés ha querido darles un gracias público, un gracias que las hace muy felices y las llena de orgullo por el «duro trabajo» hecho, el de otros tiempos en que la conciliación y el reparto equitativo de tareas en el hogar no existía ni en la teoría, mucho menos en la práctica. Y las jornadas sumaban más de 12 horas de trabajo sin convenio colectivo ni sindicatos que defendieran derecho alguno.

Ellas serán protagonistas de una exposición fotográfica que se podrá ver en el Alcázar de Medina desde el sábado hasta el 24 de noviembre. Volverán a sentir el gracias de muchas personas que no las conocen, pero verán en sus rostros el paso del tiempo, el esfuerzo realizado e imaginarán como fue su vida activa décadas atrás. Seguramente den pie a muchas charlas y reflexiones sobre como ha evolucionado la sociedad y el camino que aún le queda por recorrer. También podrán ser, sin saberlo, inspiradoras para muchos que están sopesando si vivir o no en un pueblo pequeño, con las carencias de servicios y el esfuerzo añadido que ello conlleva. Aunque también permite otros lujos únicos, como la observación cercana de la naturaleza, el disfrute del silencio, la buena vecindad, los frutos frescos de la tierra, el olor a hierba cortada y tantos más.