Aprovecho que ustedes están de fiesta, con resaca de tanta jota y de tanto calor, para hablar con los que acaban de llegar a la oficina. Con esos que cometen errores, con los que no saben qué hacer y se pierden por el edificio al que llegaron hace una semana. Hoy cambio el «quiero hablar con el responsable» por el «póngame con el becario».

Quiero escribir para todos aquellos que sienten que no aprenden, que no hacen nada, que están tirando su verano o que viven la oportunidad de su vida. Esos que ven cómo sus quintos están de plaza en plaza y que no verán la playa mientras intentan labrarse un futuro. Aquellos que se han ido a Madrid por una plaza en la capital y no saben si volverán a Burgos. A todos vosotros os escribo hoy. Porque he sido todos y sólo quiero deciros que habrá algo mejor mañana gracias a vuestro esfuerzo de hoy.

Ojalá esta tinta que gasto os la colguéis en el corcho o un story para que os llegue dentro: fui vosotros muchos veranos en los que unas galletas de marca eran como una inversión en bolsa, de meses de Erasmus con pasta y arroz como entrante, primero y segundo cada día, de llamadas pidiendo un bizum de auxilio porque el sueldo no llegaba. Pasarás de un «está la cosa muy mala» a un «vamos mejor» e invitar a tus amigas. Y sin darte cuenta llegará un día en el que aparecerán los siguientes en tu puerta y no sabrás ni qué enseñarles, ni cómo, ni cuánto, ni por qué tú, ni ninguna otra pregunta que te hagas.

Entonces verás que ellos descubrirán en ti los errores que tú veías en otros y que no eres capaz de detectar en ti misma. Sentirás el orgullo inmenso de ser el vehículo por el que esa tutora que tanto te marcó les está cambiando indirectamente a ellos y sufrirás la pérdida cuando desaparezcan al finalizar sus prácticas y una parte de tu día se vaya con ellos. Que en alguno habrás germinado una semilla con el sol del verano que pasarán contigo gracias a que tú también has sido ellos.