Diario de Burgos

Más expectación que agua

P.C.P.-B.G.R. / Burgos
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La crecida artificial del Arlanzón, procedente del desembalse de Úzquiza, despertó el interés de los burgaleses por un río con «un poco más de caudal» pero no en el volumen imaginado

La alerta anunciada congregó a numerosos curiosos en distintos puentes de la ciudad, como el ubicado a la altura de Capiscol (en la imagen). - Foto: Jesús J. Matías

La tarde ayer invitaba al paseo, aunque la meteorología nunca frena a los fieles de Fuentes Blancas. Ya desde por la mañana, los transeúntes habituales de este paseo no quitaban ojo al río Arlanzón, conocedores por los medios de comunicación del anuncio realizado por Confederación Hidrográfica del Duero (CHD) sobre la programada crecida artificial de ayer desde el pantano de Úzquiza, al igual que del amplio dispositivo del Ayuntamiento al prever desbordamientos.

Las miradas se multiplicaron en horario vespertino tanto a la altura del puente de Capiscol como en otras pasarelas del centro cuando el reloj empezaba a sumar minutos a partir de las cinco, momento en que comenzaría a notarse la subida del caudal. Los Bomberos de la capital retiraron ya el pasado martes troncos y ramas a lo largo del trazado del Arlanzón, mientras que la Policía Local y Protección Civil colocaron vallas en todos los accesos a las riberas, con especial atención a la zona del puente de Capiscol, a la altura de los trampones de Fuente Prior, al igual que la pequeña presa del entorno de debajo de la autovía, junto a la plaza del Rey. Tanto en uno como en otro caso, los viandantes pasaban con tranquilidad al ver que el agua mantenía su curso, si bien horas después efectivos de estos cuerpos ya indicaban la prohibición del tránsito de personas y su desvío por el paso del bulevar en el primer caso.

Turistas holandeses despistados intentaban llegar al camping de Fuentes Blancas sin saber muy bien lo que ocurría, al tiempo que se cruzaban con paseantes conocedores del terreno como José Antonio y María Belén, que acuden al parque todos los días y en varias ocasiones. «Se nota un poco, pero no lo que imaginaba», reconocía el primero, quien corroboraba esta actuación excepcional que nunca antes había conocido, pero sí guardaba imágenes de episodios naturales en los que el río «ocupaba de orilla a orilla», al igual que el Vena a su paso por la calle San Lesmes.

Enrique y Macarena podrían definirse como 'vigilantes' del Arlazón. «Observar el río es lo que más nos gusta», sostenían sin dejar también de rememorar fotografías de crecidas espectaculares como cuando el agua «tapó el primero de los ojos del puente de Capiscol». De igual forma, tienen controlados los medidores instalados en el puente de San Pablo. «La semana pasada el agua llegaba hasta los 80 centímetros», detallaban.

A media tarde de ayer rozaba ya los 90. Los transeúntes se paraban móvil en mano para retratar un río en calma, con más fuerza que el día anterior, pero sin esa inmensa crecida que habían pensado porque esta fue «progresiva y con incrementos sucesivos». Así se mantuvo durante dos horas, según las previsiones de la CHD, momento en que comenzó a recuperar su nivel inicial.

Unas nueve horas tardó en empezar a percibirse en los alrededores de la capital este desembalse extraordinario, un volumen total aproximado de medio hectómetro cúbico en una presa con capacidad para almacenar 75 h3. Esto es, una gota en la inmensidad del mar. De hecho, el nivel en la gráfica del sistema de información SAIH de la Confederación Hidrográfica del Duero pasó en todo el día de un máximo de 51,02 metros a un mínimo de 50,96, una diferencia poco apreciable y menos en la ciudad burgalesa, a donde la crecida del agua ya llegó laminada.  

Una imagen distinta. Bien es cierto que al llegar a la cabecera del embalse llamaba la atención el nivel del agua en la torre de control de Úzquiza, muy alto en comparación con las imágenes que nos llegan estas semanas de pantanos castigados por la sequía no solo en Andalucía y Cataluña, sino también en la cercana localidad de Arija, en la cuenca del Ebro. La del Arlanzón no presenta problemas de agua, aunque reserva un volumen de seguridad sin ocupar, por si se producen avenidas y ante la previsión de nieve de los próximos días.  

Desde primera hora de la mañana se registró más actividad de la habitual, con más de una decena de vehículos de los distintos departamentos de la CHD de acá para allá y mucha expectación por comprobar también si las mediciones y datos teóricos se ajustaban a la realidad, al tratarse de la primera crecida artificial que se programa en esta presa. A partir de las 8 de la mañana empezó a elevar su volumen de desembalse hasta alcanzar el máximo de 20 metros cúbicos por segundo a las 9, velocidad que se mantuvo durante dos horas. Minutos después de las 11, en la estación de aforo ubicada a la salida de la presa ya se apreciaba visualmente un ligero descenso de la altura del río, y para mediodía prácticamente todo había vuelto a la normalidad. 

Con esta crecida controlada se busca mejorar las condiciones medioambientales del río, beneficiar a la fauna y la flora de las riberas, remover sedimentos... Y eso sí lo notaron en las localidades cercanas, como Villasur de Herreros, cuyos vecinos vieron bajar grandes troncos. Sin embargo, nada que les asuste, pues al tratarse de una presa de reciente construcción, que se comenzó a explotar en el año 1989, muchos han visto desbordarse el Arlanzón antes de que estuviera regulado por esta infraestructura. «Esto no es nada, antes llegaba hasta la bolera», apuntaba una vecina desde el puente, convertido en balcón donde observar cómo el agua había inundado la zona de paseo más cercana al cauce del río.

En Arlanzón ni se apreciaba a mediodía, aunque la parroquia que se encontraba en la taberna estaba al tanto de la alerta y se la tomaba con cierta guasa. «Pensábamos que íbamos a pescar las truchas en el frontón», reían.