Diario de Burgos

Viaje al centro de la infamia

R. PÉREZ BARREDO / Mondragón
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La nave industrial de Mondragón en cuyo subsuelo se horadó el zulo en el que Ortega Lara fue sepultado en vida durante 532 días es hoy un almacén municipal que exhibe pintadas ofensivas y mensajes que destilan intolerancia y odio

El vital griterío del patio del colegio a la hora del recreo contrasta con la silueta gris y ominosa de la destartalada nave, que aunque desventrada y vandalizada, permanece todavía en pie, como un monumento a la infamia. Hay pocos metros entre el centro escolar, donde la vida bulle y todo es presente y futuro, y la vetusta construcción industrial, que exhala un hálito siniestro y venenoso, como si fuese incapaz de desprenderse de su terrorífico pasado; pareciera que en sus paredes persisten, adheridos como pegamento, el horror, la crueldad, la desesperación, el tormento y un inhumano, innombrable dolor. La algarabía de los niños no es el único sonido que se escucha en la neblinosa mañana de Mondragón: el otro es el rugido del río Deva, que discurre encajado por la mitad del caserío del pueblo. Su brava corriente lame los cimientos de la decrépita nave industrial.Es el mismo caudal que José Antonio Ortega Lara sintió en sus huesos y en su alma durante los 532 días en los que permaneció sepultado en vida en el inmundo agujero que los etarras que lo secuestraron excavaron bajo el suelo de esta nave, casi a la altura de su cauce. Una tumba húmeda. Una minúscula sala de tortura. Un espacio inconcebible. 

Este epicentro del terror y la barbarie no se encuentra en un lugar alejado ni recóndito: el vial que lo separa de la escuela es también un camino por el que cotidianamente pasean los vecinos, y justo enfrente, a apenas unos cien metros, hay un gran bloque de viviendas, desde las que se ve perfectamente la nave, así como los portones por los que cada día, y casi siempre a las mismas horas, accedían los carceleros del burgalés. Hoy esos accesos -uno de color azul y el otro gris- se encuentran pintarrajeados, pero no con mensajes al albur.En uno se puede leer el onomatopéyico Boom, sonido alusivo a la banda sonora de casi medio siglo de dictadura terrorista, medio siglo de bombas, medio siglo de muerte y espanto a manos llenas. En otro los mensajes son también claros: hay tachada una bandera de España y se acusa de fascistas a la Policía Nacional y a la Guardia Civil a la vez que se amenaza a ambos cuerpos de seguridad: 'Salid de aquí', dice en euskera la leyenda.

Fue también un mes de enero, pero del año 1996, cuando los etarras enterraron vivo al funcionario de prisiones burgalés. No queda rastro del complejo engranaje que idearon los secuestradores para ocultar el zulo varios metros bajo el suelo de la nave: hace unos años que por orden judicial fue cubierto de hormigón, como si con ello se hubiese querido borrar todo rastro de cuanto en este sitio sucedió mientras duró el cautiverio, acaso en un intento de encubrir el crimen o de limpiar cualquier huella del mismo. Quizás, también, la culpa y la vergüenza. Pero es imposible hacer desaparecer todo vestigio de algo tan salvaje: en torno a esa nave hay una atmósfera maligna, insana, que contribuye a contaminar aún más si cabe cuanto se atisba en su interior.

El portón de acceso a la nave bajo la que estuvo secuestrado Ortega Lara exhibe pintadas insultantes contra los cuerpos de seguridad.El portón de acceso a la nave bajo la que estuvo secuestrado Ortega Lara exhibe pintadas insultantes contra los cuerpos de seguridad. - Foto: Jesús Javier MatíasSon más que pistas y señales lo que sus paredes ofrecen en torno a la memoria del delito: se trata de la constatación humillante de lo que fue y sigue siendo este espacio. Hoy es utilizado como almacén municipal; acoge mobiliario urbano (columpios, bancos, vallas, pivotes, palés) y contenedores de basura perfectamente alineados. Nada de esto tiene que ver con ese pasado, pero son, además del ambiente opresivo y pérfido, las paredes las que hablan, las que lo definen para vergüenza y escarnio: es increíble e indignante que puedan verse mensajes insultantes, dañinos y de todo punto intolerables. No en vano, las referencias al hombre que habitó el reducido zulo en la catacumba horadada por los terroristas aparecen escritas en sus paredes como si lo vivido allí por él hubiese sido una broma. 'Ortega Lara was here' (Ortega Lara estuvo aquí) es una de ellas, que aparece estampada junto a un simple dibujo que emula un rostro sonriente guiñando un ojo.

Hay constantes referencias al tormento, imágenes violentísimas, como sendas pintadas de dos figuras humanas que han sido recreadas ahorcadas, así como continuas expresiones que aluden al fascismo (cabe suponer que no se refieren al de ETA). Del interior de la nave sólo emana un silencio húmedo y fantasmal, y quizás ese también sea uno de los legados que nadie ha podido hacer desaparecer, esa sensación de frío empapador que cala muy adentro, hasta el tuétano; un frío lleno de moho, como el que uno de los liberadores de Ortega Lara todavía llegó a sentir en el interior del zulo varias semanas después de que encontraran al burgalés, que fue una de las impresiones más estremecedoras y desasosegantes que vivió el agente, como confesaría con horror y dolor mucho tiempo después.

De la maquinaria industrial que había en la nave durante el tiempo que duró el secuestro, y que sirvió a los carceleros para tratar de ocultar el inmundo hoyo, no queda nada, si acaso alguna marca en suelo y paredes, pero son apenas perceptibles. Nada de cuanto hoy se ve a través de los numerosos y pequeños ventanales, que en su mayoría tienen rotos los cristales, estaba allí cuando Ortega Lara resistía a la tortura diaria que constituyó para él sobrevivir en aquellas condiciones. No, no queda nada material. Pero quizás la reminiscencia más terrible, al margen del aire nocivo que impregna los cuatro costados de este lugar infame, sean esas pintadas ofensivas y denigrantes.Pintadas que son, además, relativamente recientes. Y que podrían interpretarse como algo más que un insulto o una afrenta, porque ETA dejó de actuar hace más de una década y se disolvió hace más de un lustro. Siendo cierto que siempre habrá descerebrados, ignorantes, orates a quienes todo da igual... ¿Tanto prendió la semilla del odio y la intolerancia? ¿Es posible que después de que todo fuera nada en este pueblo gobernado por Bildu aún se mantenga viva, aunque larvada, tanta abominación?

¿Es normal que en un lugar tan terriblemente icónico se permitan todos esos mensajes a la vista de cualquiera y justo enfrente de una escuela a la que asisten diariamente miles de alumnos? ¿Es posible que no se haya ordenado su eliminación? En uno de los laterales de la nave se agolpan los coches, estacionados en batería; el resto del edificio está rodeado por la maleza y marcado por el río, que delimita el otro lateral. Transcurre elDeva por su cauce como una torrentera, ajeno a la memoria tóxica de este lugar, a la inimaginable experiencia que, unos metros más allá, padeció una vez un ser humano durante toda una eternidad. De sus caudalosas aguas asciende una humedad pegajosa. Llovizna en Mondragón. 

De repente hace frío.