Diario de Burgos
Héctor Jiménez

Ni confirmo ni desmiento

Héctor Jiménez


El padrón tramposo

17/05/2024

Salvo que viva usted en una envidiable burbuja mediática, sabrá perfectamente que Cataluña celebró el pasado domingo comicios autonómicos. Tranquilo. Tranquila. No voy a hablar de política.
Me remito a la jornada electoral porque ese día, en distintos puntos de la red ferroviaria catalana, se produjeron sabotajes que impidieron la circulación de los trenes. Salieron unos cuantos en la tele diciendo que eso les impedía ir a votar. Y algunos partidos pidieron posponer la hora del cierre de urnas, pues miles de personas, presuntamente, no habían podido ejercer su derecho democrático.

¿Acaso en Cataluña los colegios electorales están lejos del domicilio? El mío se encuentra a dos calles. El de mis padres, al final de la cuesta en la que viven. El de mis suegros, en el parque del barrio. El de quienes me leen, tres cuartos de lo mismo. Salvo, claro, que hayan mentido en su empadronamiento.

Dice la Ley que toda persona está obligada a inscribirse en el Padrón del municipio en el que resida habitualmente. Quien viva en varios municipios deberá inscribirse únicamente en el que habite durante más tiempo al año. No es difícil de entender. Sin embargo, en toda España, y especialmente en esta Castilla de dispersión rural y éxodo del campo a la ciudad, es costumbre muy extendida la de seguir empadronado en el pueblo. ¿Por qué?

En un afán por mantener engordado de forma artificial el censo del terruño, el personal sigue inscrito en unas listas que condicionan la distribución de colegios o centros sanitarios. Mientras tanto, su realidad es que viven a decenas o a cientos de kilómetros, donde producen, consumen, pagan y cobran.

También según la Ley, son los ayuntamientos los encargados de actualizar sus padrones, de modo que los datos contenidos en éstos concuerden con la realidad. Lo cierto es que todos hacen la vista gorda, encantados de tener sus cifras de población mentirosamente hinchadas.

La práctica del empadronamiento fraudulento solo preocupa cuando se acercan unas elecciones y canta demasiado que de repente una pedanía pase de 12 a 38 vecinos, o cuando el alcalde se pasa de listo y apunta a cuatro familias amigas con la esperanza de que esos pocos votos decanten la balanza de su próximo mandato.

El resto del año esta falacia de los padrones 'fake', tan española por su apariencia inocente y su aceptación social, seguirá mintiéndonos a todos con cifras imposibles y efectos secundarios más serios de lo que parece.