Diario de Burgos
Rosalía Santaolalla

Sin entrar en detalles

Rosalía Santaolalla


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26/07/2024

En el documental Auge y caída de John Galliano, el diseñador asegura que sigue sin encontrar explicación a por qué profirió insultos antisemitas y racistas a varios clientes de un café de París. Aquellos incidentes, sucedidos hace más de una década, le sacaron temporalmente de las pasarelas y le supusieron un juicio público -además del que le condenó a una multa de 6.000 euros- que le llevó a un tratamiento de rehabilitación de su alcoholismo y a intentar restablecer su imagen con diferentes acciones. Entre los testimonios de la película hay uno que intenta rebatir la creencia de que los alcohólicos pierden los filtros y dicen lo que realmente piensan. El experto en cuestión sostiene que es lo contrario, que semejante nivel de adicción puede llevar a una persona a decir cualquier barbaridad sin sentirla ni controlar sus consecuencias. 

Fuera por una cosa u otra, lo cierto es que el creador de alta costura se pasó tres pueblos, y aquello escandalizó hasta el punto de que él tuvo que reeducarse de alguna manera. Ahora, por mucho que nos podamos llevar las manos a la cabeza con afirmaciones igual de bestias, parece más difícil que tengan consecuencias parecidas: se plantean como creencias u opiniones -urge analizar cómo se ha llegado a esto- a las que se da validez en algunos medios bajo la apariencia de equidistancia y van apoyadas por bulos que se propagan sin un mínimo de conciencia ni espíritu crítico por parte de quienes los comparten.

Y aquí confieso la impotencia que una siente como periodista: parte del público ya no considera creíbles algunas informaciones por la única razón de que no coinciden con sus filias o fobias. Si no me creen, echen un vistazo a los comentarios que generó en redes sociales el reportaje que publicó hace unos días este periódico sobre un joven camarero y modelo que entró en España como un menor inmigrante no acompañado. Galliano, por cierto, es británico, hijo de gibraltareño y española, y trabajaba en Francia aquel entonces. En realidad, pocos árboles familiares carecen de historias de emigración.