Diario de Burgos

El vals que encumbró a la Roja en 2008

C. de la Blanca (SPC)
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Fernando Torres intenta disparar ante la oposición de un rival.

El duelo de semifinales entre España y Rusia de 2008 supuso la sublimación de un estilo de juego que después dotaría a la Roja de un Mundial y otra Eurocopa más en 2012. La segunda parte en el Ernst Happel de Viena no solo dio el pase a la final al combinado de Luis Aragonés, sino que otorgó al equipo los argumentos necesarios para mantener un camino contracultural hasta entonces en cuanto a forma de jugar.

La selección llegó al encuentro después de despojarse de una carga muy pesada. En cuartos de final, la ronda gafe por antonomasia para España en los grandes campeonatos, dejó por el camino a Italia, causante de grandes sinsabores a la Roja durante muchas décadas. Además, lo hizo desde la tanda de penaltis, situación que le había dado más de una vez la espalda hasta entonces al combinado ibérico. Todos los astros se alinearon y, liberados, los jugadores comandados por el 'Sabio de Hortaleza' se plantaron con las intenciones claras en las semifinales.

Ni siquiera la lesión de David Villa en el primer tiempo quebró el ánimo de un grupo de futbolistas exultantes. Para cubrir la baja del 'Guaje' entró Cesc Fábregas al terreno de juego. Con un centrocampista más, España compuso una verdadera sinfonía sobre el césped del Prater, aunque los acordes decisivos se hicieron esperar hasta la segunda parte. 

Abrió la lata Xavi Hernández, llegando desde atrás para rematar un centro medido de Andrés Iniesta. Con la tranquilidad de ir por delante en el marcador, la segunda diana la hizo Dani Güiza, a pase de Fábregas, desquitándose así del penalti que había fallado contra Italia en la ronda anterior. La cuenta goleadora la cerró David Silva, finalizando un contragolpe fugaz y tejido mediante una combinación de seda en el centro del campo.

El equipo de Aragonés aplastó por completo a Rusia, incapaz de hacer frente a un aluvión de juego incontenible. Ese brote de fútbol se prolongó hasta la final, donde, en el mismo escenario, España terminó de sepultar a los fantasmas del pasado deshaciéndose de Alemania con un solitario e histórico tanto de Fernando Torres.