Diario de Burgos

Burgos y Cataluña en la distancia

G. ARCE / Burgos
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El contencioso con el 'procés' y el idioma no han ayudado, han desaparecido vuelos y trenes y la otrora próspera comunidad catalana sigue menguando

Burgos y Cataluña en la distancia.

Todo voto, como repiten una y otra vez los políticos, es útil. Así que el futuro de Cataluña también dependerá de lo que decidan los cerca de 14.000 burgaleses de nacimiento (y sus descendientes) llamados a las urnas el 12 de mayo. Es un número casi testimonial en un territorio con cerca de 8 millones de habitantes y, en el fondo, una prueba de que las distancias geográficas, idiomáticas, económicas y culturales entre ambos destinos pesan mucho, pero no son insalvables. 

El último censo del Instituto Nacional de Estadística (INE) cifra en 14.186 los burgaleses de nacimiento radicados en Cataluña, muy lejos de los 42.500 que pueblan el País Vasco o los 35.100 de Madrid, los dos grandes e históricos destinos de la emigración local, sobre todo desde finales de los años sesenta. 

Hay que precisar que 8 de cada 10 burgaleses catalanes tienen su domicilio en Barcelona capital y el resto se reparten, en este orden, por Tarragona (1.276), Girona (690) y Lleida, donde la presencia es casi testimonial con 410 censados. 

Albert Martínez López-Amor, periodista.Albert Martínez López-Amor, periodista. - Foto: Luis López Araico

Mucho tiene que decir en esta descompensación de poblaciones las 445.000 empresas que operan en el entorno de la capital catalana, cuyo tejido productivo -se dice pronto- es veinte veces más grande que el de Burgos y supone tres veces el volumen del de Castilla y León. Y todo ello con la particularidad de que Cataluña es un referente en casi todos los sectores, desde el automovilístico, el energético, el químico, el agroalimentario o el farmacéutico hasta el turístico, el cultural y también el tecnológico.

Es más, las raíces emprendedoras catalanas son las más profundas y extensas del empresariado español y han sido un imán de atracción riqueza y población desde el siglo XIX hasta la actualidad, lo que configura una sociedad mucho más diversa, multicultural y rica de lo que algunos se empeñan en ocultar en los últimos tiempos.

En los censos de Burgos constan hoy 2.553 catalanes de nacimiento, que tampoco son muchos en comparación -otra vez- con los números de los vascos y madrileños.

Sin embargo, la relación de catalanes y burgaleses es histórica, muy rica y entrañable. Hunde sus raíces en la primera industrialización de la ciudad, en los años 40, y se ha extendido a lo largo de todo el siglo pasado hasta la actualidad. 

Tal y como recuerda en sus libros el profesor de la UBU, Gonzalo Andrés, el capital catalán ha sido clave en la primera implantación industrial de los años 40 y también en el Polo de Desarrollo.

Industrias textiles y también alimentarias. Nombres históricos como Fabril Sedera, Manufacturas Valls, Productos Loste, Patatas Rick (Matutano), Manufacturas Textiles R. Camps, Manufacturas Alciles, Manufacturas Cañamás, Amadeo Graells Biosca (Grabisa)... 

Apellidos como los Real, los Valls, los Pujol, los Masdeu, los Miralpeix, los Sureda o los Ribas, entre muchos otros, surgieron de aquellos proyectos y hoy están felizmente mezclados con castellanos. Fueron y son empresarios, brillantes directivos y también trabajadores cualificados cuyos descendientes mantienen vivo el idioma nativo entre sus familias, una particular Cataluña en casa que generación tras generación se empeña en conservar. 

A mediados de los años 50 se creó el Centro Catalán, con sede en la Llana de Afuera, que fue un importante foco cultural, literario y asociativo de la ciudad. De aquella iniciativa, hoy solo queda una imagen de la Virgen de La Moreneta en la iglesia de la Merced.

Viajantes. Las comunicaciones terrestres (y aéreas) con Cataluña siempre han dejado mucho que desear. Hoy incluso más. Pese a ello, hay una profesión muy vinculada a los catalanes, la de los viajantes, los que traían la última moda al comercio burgalés, ropa y complementos -entre otros bienes- de muy alta calidad que vistieron al Burgos industrial de mediados y finales del XX. Ellos ya conocían sobradamente las virtudes de la movilidad y la expansión de fronteras cuando aquí apenas se empezaban a levantar las fábricas... 

Nunca faltó el cava en las mesas por Navidad, con el que se brindó sin distingos, y tampoco la eterna y sana rivalidad entre el Real Madrid y el Barça, que hoy parece que se ha extendido en su versión más negativa a todos los ámbitos al calor del independentismo excluyente.

Barcelona es el principal puerto marítimo de Burgos en su conexión con Asia y también es destino de decenas de rutas diarias de camiones cargados de mercancía de ida y vuelta. El sistema financiero catalán es, tras el final de las cajas de ahorro, clave en el día a día de la economía burgalesa. Atapuerca es más universal que nunca gracias, entre otros, al extraordinario trabajo investigador del catalán Eudald Carbonell, que ha unido a estudiosos de aquí de allá para profundizar en la evolución del hombre en toda su complejidad y su diversidad natural, social, cultural y lingüística... 

Albert Martínez López-Amor | Periodista:

"Ojalá hubiera más relación entre nosotros"

Este es el titular que escribiría un periodista catalán afincado en Burgos desde hace unos cuantos años. Se llama Albert y es evidente que sus apellidos, Martínez y López-Amor, no nacen de la Cataluña profunda sino de una emigración que hunde sus raíces en los primeros años del siglo XX. Valencia, Ceuta, Navarra e incluso Francia son sus orígenes familiares, una singularidad que no es rara en Barcelona, que ha sido y es destino de muchos y muy variados. Bisabuelos y abuelos de uno y otro lado se integraron en la cultura y el idioma catalán sin perder nunca el orgullo de su origen.

Albert nació en el barrio de Gracia, en el 72. A los diez años, la familia se trasladó a Valls, en Tarragona, una comarca muy industrial y también muy marcada por la inmigración. Estudió Periodismo en la Pompeu Fabra y, por diversos avatares vitales y laborales, en 2012 se instaló en Vitoria. Dos años después llegaba a Burgos, donde reside buena parte de la familia de su pareja y de su querida hija y donde está desarrollando una carrera profesional vinculada a la comunicación en el mundo del vino, su gran pasión. En Diario de Burgos pueden leer sus artículos.

Estamos ante un catalán práctico. Lo primero que le sale cuando se le pregunta por el 12-M es el titular de este artículo. Y lo dice con el corazón, porque en los últimos años no solo hemos perdido la conexión aérea Burgos-Barcelona, sino que han desaparecido varias frecuencias de trenes desde la pandemia. Si no hay oportunidades de acercamiento, el desconocimiento y alejamiento es mutuo, razona. Lo que dicen los telediarios y las redes sociales no es Cataluña ni es Burgos.

Es más, está firmemente convencido del éxito que tendría una campaña turística en Barcelona para atraer a los catalanes a los pies de la Catedral. "Burgos les encanta..., aunque el clima tan desapacible nos marca. En Barcelona estamos ahora en manga corta. Lo mejor es esa cultura convivencial de los pinchos y los vinos ante una barra de bar, que apenas existe allí".

No le gusta en absoluto el "banderolismo" (la pelea de banderas), la visceralidad antideportiva Real Madrid-Barça, el veto al cava o esos estereotipos simplones y excluyentes. "Tenemos unas identidades muy cruzadas. Hoy nos marca más vivir en la ciudad que ser de una tierra u otra". En este sentido, interpreta el 'procés' como un gran teatro cargado de excesos, "una gran falla...". "Mi opinión es que ni fue tan grave, ni creó tanto trauma. Fue doloroso, sí, pero la sangre nunca llegó al río. Han pasado pocos años y, en la calle, entre amistades o en el trabajo, la gente ya no habla de aquello". Otra cosa son los políticos... De cara al 12-M intuye una "gran apatía" que puede traducirse en una gran abstención. "No veo el ardor que algunos quieren ver". Cataluña, como el resto de España, está cambiando a marchas forzadas. La inmigración masiva y multicultural está marcando la pauta de estos tiempos para todos. "De aquí a 20 años nos preguntaremos dónde estamos y dónde estábamos. Hay una sensación de mucho lío".

Vivir en Barcelona es "duro", sobre todo por el tema de la vivienda y los precios. "Veo que se está diluyendo ese colchón de las clases medias, ese pegamento social, y todo se resume a grandes fortunas o desfavorecidos. Se está extremando la polarización y mi ciudad es más inhóspita. En Burgos esto no pasa aún, hay otros valores que sostienen otra armonía social".