Diario de Burgos

El invierno seco dispara los efectos de la alergia al polen

GADEA G. UBIERNA / Burgos
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Burgos ha alcanzado este mes niveles de granos de cupresáceas «inusualmente altos», más que en Madrid. Alergología del HUBU trata a unos 500 nuevos pacientes al año por reacciones de este tipo

La alergóloga Reyes Pérez explica que todavía no se puede avanzar cómo será la temporada de gramíneas. - Foto: Luis López Araico

La jefa de Alergología en el HUBU, Reyes Pérez Giménez, es categórica al afirmar que no se ha adelantado la temporada de alergias al polen propia de finales de la primavera, sino que la de invierno ha sido mucho más acusada de lo habitual en Burgos. «Ahora nos está dando problemas el polen de las cupresáceas, que es el de los setos, los cipreses... Las arizónicas. Cada vez se plantan más y eso ha coincidido con un invierno suave y sin lluvias desde finales de enero», dice, para explicar que esa conjunción de factores ha provocado que «estemos teniendo picos inusualmente altos [de polen de cupresáceas], junto a Madrid y Toledo. Pero en el resto de España no; es curioso». Como estos días va a llover, sin embargo, los síntomas de los alérgicos desaparecerán.

El servicio atiende cada año a unos 5.000 nuevos pacientes y alrededor de 500 de ellos acuden por reacciones físicas a los granos de plantas y flores, pero, como ocurre con el resto de las alergias, la tendencia es creciente. Entre otras cosas, porque en las alergias al polen influye la contaminación y el cambio climático. «La contaminación atmosférica y las partículas diesel hacen que los alérgenos sean más agresivos y los niveles de polen más altos», dice la especialista poniendo como ejemplo el hecho de que aunque hay más arbolado en los pueblos, los alérgicos tienen más síntomas en las ciudades. Y a esto se añade el aumento de las temperaturas. «En invierno ya no nieva en Burgos, llueve poco y hay un clima muy suave, por lo que las cupresáceas polinizan más y los alérgicos tienen más síntomas», dice, señalando que otro tanto ocurre en mayo y junio con los granos de las gramíneas (las espigas). «En Burgos siempre hacía malo en mayo y junio, así que la temporada duraba una o dos semanas. Ahora llevamos tres o cuatro años con primavera y, al no llover tanto y hacer sol, las gramíneas polinizan y el malestar es mayor», comenta.

Para entender hasta qué punto ha sido inusual lo ocurrido en el último mes basta saber que se considera que el polvillo de las cupresáceas provoca síntomas a partir de 100 granos por metro cúbico y el pasado 6 de febrero se registraron 517 granos por metro cúbico en la capital. Algo más que en Madrid, cuyo clima nada tiene que ver con el de Burgos. Pero ha habido otros picos con valores de entre 389 y 463, que multiplican con mucho el nivel que la Sociedad Española de Alergología considera 'muy altos'. Los interesados, así como los alérgicos, pueden consultarlos en una página web que tiene la sociedad (polenes.com) y que se actualiza diariamente con datos facilitados por contadores como el instalado en el HUBU, del que extrae datos una técnico del servicio para que los afectados sepan a qué atenerse.

Síntomas. Reyes Pérez explica que la alergia a las gramíneas es más frecuente en niños, mientras que en el caso de las cupresáceas suele manifestarse en personas de más edad. «Pero los síntomas son los mismos: picor de ojos y de nariz, rinoconjuntivitis y puede dar asma», apunta la facultativa.

Para unos y otros, una vez diagnosticados, el tratamiento es el mismo. Primero se recurre a fármacos antihistamínicos (a veces asociados a corticoides) «y si los síntomas son leves y con esto los controlan, no se pasa a la siguiente fase, que sería la vacuna: la inmunoterapia», dice Pérez, aclarando que no es como la de la gripe: «Es un tratamiento que requiere una inyección al mes durante una media de cuatro años. El mínimo son tres y el máximo, cinco».

Así, se administra en personas asmáticas o con una afectación aguda, que impacta en la calidad de vida. «Hay niños con repercusión en el rendimiento académico y con la inmunoterapia no solo se reducen los síntomas, sino que dura años. Pero si con antihistamínico se controla, no se pone», concluye la especialista.

Evitar salir a la calle, gafas de sol y mascarilla
La alergia al polen de las cupresáceas (cipreses, enebros, secuoyas, setos...) es menos frecuente que la que provoca el polen de las gramíneas (las espigas), pero los síntomas que provocan en el organismo son los mismos: picor en los ojos y en la nariz (especialmente en la punta), rinoconjuntivitis... En los casos más graves puede llegar a provocar asma, afirma la jefa de Alergología en el HUBU, Reyes Pérez Giménez.

Así, una vez que empieza la temporada o que, como este invierno, los picos de polen sean especialmente elevados, los alérgicos deben adoptar unas medidas preventivas básicas para sentirse mejor, con independencia de los fármacos que les hayan prescrito para controlar el malestar. «Son importantes las medidas de evitación; es decir, cuanto menos salgas a la calle mientras hay niveles altos de polen, mejor», dice Pérez, destacando que esto incluye tratar de ventilar lo justo en casa. «Por eso las gramíneas dan más síntomas que las cupresáceas, porque en mayo y junio sales mucho más que en febrero», apunta.

Aparte de estos consejos básicos, la especialista destaca la utilidad de llevar gafas de sol. Y cuanto más cerradas, mejor. Modelos tipo aviador o para esquiar, que protegen mucho los ojos, evitan que el malestar se agudice. Y Pérez destaca que «especialmente en los niños».

Y, por último, el uso de mascarilla. «En el sur de España hace muchos años que las recomiendan y aquí, durante la pandemia, se redujeron mucho los síntomas», recuerda la jefa de Alergología. Pero ahora son pocas las personas que se cubren la nariz y la boca, a pesar de que para los alérgicos es una medida eficaz para controlar el malestar propio de los días con mayores niveles de polen en la atmósfera. Algo que pueden consultar tanto en la página web que gestiona la Sociedad Española de Alergología (polenes.com) como en la que la Junta dedica al tema.

La época álgida para las cupresáceas parece estar llegando a su fin, sobre todo con las lluvias de estos días, «que limpia la atmósfera y evita síntomas». Si no, de forma natural termina en marzo. Pero en mayo comienza la de las gramíneas. «Si hace bueno en mayo, habrá malestar; si hace frío y llueve, no», concluye Pérez.