Diario de Burgos

A la caza del ingeniero agrónomo

B.G.R. / Burgos
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El grado de Ingeniería Agroalimentaria y del Medio Rural de la Universidad de Burgos no figura entre los más demandados pese a sus salidas laborales. La matrícula ha repuntado en dos años

Óscar Araco y Víctor San Juan estudian 4º de Ingeniería Agroalimentaria. - Foto: Valdivielso

El grado en Ingeniería Agroalimentaria y del Medio Rural se implantó en la Universidad de Burgos en 1998 en sustitución de la carrera de Ingeniero Técnico Agrícola e incorporando el sector de la alimentación. Aquellos inicios y primeros años en marcha nada tienen que ver con la situación actual que presenta esta carrera, habiéndose registrado un giro radical tanto en el interés del alumnado como en sus posibilidades de empleabilidad, de tal forma que hoy en día el número de titulados no da abasto para cubrir las necesidades empresariales.

«Hemos llegado a tener hasta 80 estudiantes en primero», subraya Belén Alonso, coordinadora de la carrera, quien no ve un motivo claro para explicar este cambio de tendencia, pero sí baraja varias posibilidades. Una de ellas pasa por el incremento de la oferta académica en el campus burgalés, con un mayor número de carreras que provoca el 'reparto' del alumnado. Otra asegura que está relacionada con el amplio catálogo de estudios de la misma rama que existe en Castilla y León, a lo que añade la circunstancia de que el interés de los jóvenes a veces se mueve por «modas».

No obstante, en los dos últimos cursos se ha producido un repunte en el número de matrículas, con 18 el pasado ejercicio y 29 en el actual, de las cuales nueve pertenecen al doble grado junto a Organización Industrial. Alonso valora de forma muy positiva el hecho de que se confirme esa tendencia al alza después de haber vivido ejercicios académicos con «siete u o ocho alumnos» a raíz de la crisis de económica de 2008. Esto va parejo a una evolución imparable del sector, con un exponencial grado de tecnificación que se suma a la digitalización y al desafío del cambio climático. Por ello, cada vez es mayor la demanda de ingenieros agrónomos y agrícolas por parte de las empresas, que llaman «a diario» a la Universidad para buscar graduados, cuando hace años, según añade, estos se enfrentaban a las dificultades del mercado laboral optando por otros trabajos como el de jardinero o empleado en grandes superficies. Los contactos proceden de compañías burgalesas, tanto de la capital como de la provincia, así como de otros territorios de Castilla y León y también del País Vasco.

Alonso explica que la situación actual hace que los recién titulados «puedan elegir» entre varias ofertas de trabajo, que proceden, principalmente, de firmas de fertilizantes y abonos, agroseguro, cooperativas, bodegas, sindicatos, maquinaria agrícola, proyectos de ingeniería, ayudas de la PAC y datos de cultivos recabados por drones, que deben interpretarse para poder aplicar las soluciones adecuadas al campo. No se olvida tampoco del sector alimentario, en el que las posibilidades son aún mayores para los que estudian el doble grado junto a Ingeniería de Organización Industrial por su gran capacidad de gestión: «Es una titulación muy interdisciplinar en la que están integrados todos los eslabones de la cadena alimentaria».

Para esta profesora del área de Edafología y Química Agrícola otro de los factores que explican la contenida demanda por parte del alumnado tiene que ver con el «desconocimiento» que existe de la carrera, si bien muestra su esperanza en que esta reactivación se mantenga en el tiempo. Apunta en este sentido a que se comenzó a notar durante la pandemia, cuando se puso de manifiesto la «importancia de la industria alimentaria», y considera que los desafíos del cambio climático harán que la necesidad de técnicos vaya en aumento. «Se trata de una línea de investigación muy prometedora, pero también con un futuro más allá de los laboratorios relacionado con la despoblación, la eficiencia energético o el agua», manifiesta.

Mayor oferta académica. Esas llamadas diarias a las que hace referencia Alonso, que nada más comenzar este curso ha vuelto a recibir, las confirman las propias empresas del sector, que reconocen las dificultades para encontrar profesionales. Es el caso de Terrastar, consultoría dedicada a la mejora de la calidad y rendimiento de las producciones agrarias y con delegaciones en el polígono industrial de Gamonal y en Galicia, cuya gerente, Cristina Peña, explica la situación. «Antes había más facilidad y movimiento y a día de hoy es más complicado, tanto por lo poco útiles que se están convirtiendo las herramientas de contratación como por la bajada de la matrícula al haberse ampliado la oferta académica de las universidades, lo que supone ya un problema por una cuestión estadística», precisa.

El perfil que demanda esta empresa responde al de ingenieros agrónomos y agrícolas que se ocupan in situ de asesorar al agricultor en cuestiones como carencias nutricionales, problemas de plagas o cualquier otra incidencia para aportar de inmediato la solución y comercialización. Peña considera que la incorporación de estos titulados será cada más necesaria en el sector por los cambios que ya se han producido y los que se avecinan. Asegura en este punto que otras actividades económicas ya han vivido este proceso, cambiando sus modelos empresariales, mientras que la agricultura llevaba «bastantes años con cierta tranquilidad, pero ahora mismo está plena ebullición». «Trabajamos con muchas variables y estas cambian a la vez. Dependemos del clima y ya no podemos referirnos a una campaña climatológicamente normal, además de modificaciones normativas continuas», sostiene.

Desde el Grupo Hermanos Dueñas Serabur, su director financiero, Gonzalo Tejido, reconoce los problemas para incorporar técnicos graduados que presten asesoramiento a los profesionales del campo y «les acompañen en la cosecha». Con sedes repartidas entre la capital y la provincia, admite no saber el motivo por el que este grado despierta poco interés entre los jóvenes pese a sus salidas laborales. 

Tejido discrepa, no obstante, sobre las necesidades del futuro al considerar que desde las administraciones «se están cargando el sector primario». «Quedó muy clara su necesidad en la pandemia, pero seguimos haciendo lo mismo», sostiene en referencia a los requisitos normativos cada vez más exigentes que se están dando en la agricultura y en la ganadería.