Diario de Burgos

Seguro que a ninguno de los lectores de Diario de Burgos que hace unos días caminaban por el centro de la ciudad les pasó desapercibido el enorme tráiler que aparcó en el Paseo de Atapuerca para reivindicar la profesión enfermera. Allí, en esta gran estructura que días más tarde se trasladaría a Miranda de Ebro, pudo verse parte de lo que somos y hacemos las enfermeras, una profesión que es muy conocida popularmente, pero sobre la que sabemos que no es suficientemente reconocida. Quiero agradecer desde estas líneas la gran acogida que la ciudadanía hizo de todos los servicios que este proyecto ofreció -pruebas diagnósticas, charlas sobre autocuidados, consejos para una vida más saludable, etc.- y destacar el especial éxito que obtuvieron la medición del riesgo de padecer arritmias e ictus, la RCP (reanimación cardiopulmonar) y la maniobra de atragantamiento (Heimlich), prueba evidente de la preocupación que existe sobre la salud.

Y es ahí donde las enfermeras jugamos un papel fundamental. Los burgaleses deben saber que nuestro trabajo es un elemento clave e indispensable para la prevención de enfermedades y, cuando ya se ha diagnosticado una patología, para la prestación de los cuidados más adecuados. Somos conscientes de que, en general, se nos conoce y se nos valora cuando nos ven en las consultas de los centros de salud, en los hospitales, en las residencias, en las mutuas... pero albergamos más dudas a la hora de plantearnos si se sabe bien que, además, investigamos para que nuestra labor tenga cada vez más excelencia y que también somos docentes que forman con calidad a las profesionales del mañana.

En la provincia de Burgos somos 2.600 las enfermeras y enfermeros que aportamos nuestro conocimiento, formación y capacidad para atender a los ciudadanos. Una profesión aún llena de tópicos a los que, a veces y por desgracia, ha contribuido la imagen que de ella se da en algunos medios de comunicación y productos culturales. No, las enfermeras no somos ayudantes de ningún otro profesional: tenemos nuestras propias competencias perfectamente definidas, nuestras consultas y nuestras especialidades.

Pero a pesar de la solidez de la profesión, no dejamos de ver un horizonte oscuro. Nos preocupa que los profesionales sigan siendo víctimas de violencia en el desempeño de su trabajo. No es una exageración: lo dicen los datos del Observatorio de Agresiones de Sacyl, que en 2022 cifró en 142 las enfermeras agredidas en Burgos, algo intolerable que no puede ocurrir en una sociedad plural y respetuosa.

Nos inquieta que nuestras especialidades lleven años sin reconocerse en el ámbito laboral a pesar de las constantes reivindicaciones, porque a día de hoy solo se ha hecho con la de enfermería obstétrico-ginecológica (matrona), mientras siguen pendientes las de salud mental, geriatría, enfermería del trabajo, familiar y comunitaria y pediátrica, ámbitos todos de vital importancia. Asimismo, la clasificación profesional en el subgrupo A2, donde estamos actualmente, nos discrimina a las enfermeras, que tenemos la misma titulación que otros profesionales que se encuentran en el grupo A1. 

Nos desasosiega que las enfermeras que construyeron con su buen hacer el sistema nacional de salud tal y como le conocemos hoy -allá por los años 80- se estén jubilando ahora sin el reemplazo adecuado. En Burgos nunca habíamos conocido un número tan elevado y en los próximos tres años se prevén en torno a 250 jubilaciones más. Los responsables políticos sanitarios tienen que hacer una previsión general que aborde y resuelva esta situación junto con los problemas con los que se encuentra el sistema en el día a día como la sustitución de bajas, la incorporación de técnicas avanzadas, las nuevas necesidades sanitarias y el perfil de los pacientes, cada vez más crónico y pluripatológico, y en cuya atención la enfermera desempeña un papel fundamental.

Según los ratios que aconsejan diversos organismos internacionales son necesarias en esta provincia en torno a 650 profesionales más de las que ahora ejercen para acercarnos a una cifra más adecuada, de lo contrario, estamos comprometiendo el futuro de la sanidad. Este déficit es un problema que viene de lejos, que conviene atajar cuanto antes y que conocen los responsables de la Consejería de Sanidad, que son muy conscientes, además, de la remuneración y condiciones laborales significativamente inferiores que en Castilla y León recibe la Enfermería con respecto a otras comunidades y que hace que haya burgalesas que prefieran trabajar en regiones cercanas. Hasta aquí nuestro diagnóstico, que ojalá sea tomado en cuenta: Nos va la salud en ello.