Diario de Burgos

José Ignacio Ramos: «Seré torero hasta que me muera»

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
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En el treinta aniversario de su alternativa como matador, José Ignacio Ramos evoca el día más especial de su vida y repasa su trayectoria en los ruedos. «Me sentí respetado por la profesión y el público»

El maestro burgalés, toreando de salón en una imagen de archivo en la plaza de San Martín de Valdeiglesias de Madrid, de la que es empresario. - Foto: Patricia

Dice que morirá torero. Que nació torero y que se irá de este mundo sintiéndose matador, aunque se cortara la coleta hace más de una década. Nada menos que tres han transcurrido ya desde que José Ignacio Ramos tomara al alternativa en la plaza de toros de Vitoria. Tres décadas del inicio del sueño de un chaval de Modúbar de la Emparedada que anheló de niño ser matador de toros. Y que lo consiguió, ganándose el respeto de compañeros y aficionados. Fue José Antonio Campuzano quien le entregó los trastos con los que se enfrentó a su primer morlaco, de nombre 'Mirador', un negro zaíno de 520 kilos de la ganadería de Antonio Pérez de San Fernando. El diestro burgalés, de plomo y oro con cabos negros, dio la vuelta al ruedo entre una clamorosa ovación del público tras matar al animal de su alternativa.

Lo recuerda Ramos como si fuera ayer. «Me vienen a la memoria sensaciones muy bonitas y gratificantes. Después de treinta años de aquel día sigo sintiendo que es el día más bonito que puede tener un torero. Es un recuerdo que me llena de orgullo». Admite que en su carrera vivió de todo. «Momentos duros, momentos amargos, momentos bonitos. Pero, sobre todo, de mucha satisfacción. En la carrera de un torero siempre hay altibajos, pero me siento orgulloso de lo que pude conseguir, que no fue lo que tenía en mente -que era haber sido figura del toreo, ser uno de los de arriba-; pero creo que mi trayectoria fue buena, de honradez. Me sentí respetado por la profesión y por los públicos. Siento orgullo», apostilla.

Dice José Ignacio Ramos que volvería a ser matador de todos. «Si volviera a nacer, volvería a ser torero. Es lo más bonito que hay. La profesión más hermosa del mundo. Sí es verdad que es dura, amarga en muchos momentos, pero es la más bonita del mundo. Uno no se cambia por nadie cuando está delante de un animal, y sobre todo cuando las cosas salen como uno quiere, lógicamente». No se ha desvinculado Ramos del mundo de la tauromaquia, ni mucho menos. Es empresario taurino y apoderado. Pero nada es comparable a ponerse delante de un toro, asegura. «Cuando las sensaciones son buenas, cuando un animal te embiste bien y uno está disfrutando, es algo incomparable. Cuando un animal sale complicado y te pone las cosas difíciles se pasa miedo, claro. Y se siente que uno no puede triunfar como le gustaría. Eso frustra».

Tratar de tú a la muerte nunca constituyó para el diestro de Modúbar algo excepcional. «Cuando uno es torero sabe de sobra que en cualquier momento te puede llegar una cornada mortal. Pero nunca lo pensamos. Sinceramente creo que si lo pensáramos no nos pondríamos delante del toro. Sabemos que puede ocurrir y que ocurre: ahí están los casos recientes de Iván Fandiño y Víctor Barrio. Es una profesión de mucho riesgo: el deber del toro es coger», subraya. Confiesa el burgalés que el miedo siempre está ahí. «El miedo siempre existe, pero no solamente al toro. Existe el miedo al fracaso, a no estar bien, a la responsabilidad, a las dudas. Pero el peor miedo de un torero es al fracaso». Afirma Ramos que para ser torero «hay que tener muchas cualidades. Hay que tener cabeza. El valor está al servicio de la cabeza y viceversa. La técnica... Pero la cabeza es fundamental».

Aunque han pasado ya muchos años desde que dejara de ponerse delante de un toro, sigue soñando como si aún vistiera de luces. «Todos los días sueño con la faena que me hubiera gustado realizar. Gracias a Dios, sigo rodeado de toreros. He llevado a Morenito de Aranda, a Juan del Álamo, a Juan Bautista. No me he desvinculado del toro, que es lo que conozco y domino. Ahora llevo a un novillero francés, Clemente Jaume, con el que entreno todos los días. Y quieras que no, con él me transporto a la plaza. Aunque no me ponga delante del toro, entreno. Y hago toreo de salón. Uno es torero hasta que se muera. Vivo en torero y pensando en el toro».

Le cuesta quedarse con una sola tarde o una sola faena de sus casi veinte años toreando. «He tenido muchas tardes buenas, y momentos que todo torero busca. Cuando empecé a romper con fuerza fue en 1998, cuando entré a torear en Francia, donde tuve grandes momentos y donde empecé a crecer más en contratos y como torero. Llegué a torear en ferias como Bilbao, Pamplona, Madrid y muchas otras. A partir del 98 fue mi mejor momento». De los malos momentos tampoco tiene ninguno concreto, ni siquiera de alguna cogida. «He tenido mucha entereza en los malos momentos. Siempre hay momentos en los que se te pasa por la cabeza, cuando las cosas no van como uno quiere, el pensar qué pinta uno en esto. Pero hay que estar preparado para eso, de ahí que la cabeza sea fundamental.Uno no puede venirse abajo cuando las cosas vienen mal. Hay que tener un equilibrio mental».

Un buen momento. Asegura José Ignacio Ramos que el mundo del toro vive un buen momento. Y que ha evolucionado desde que él dejara de pisar los alberos. «El toreo ha evolucionado bastante, especialmente con los toreros nuevos que van saliendo. Hay una cantera muy buena de toreros ahora. Se hacen cosas que en mi época no se hacían tanto. Entonces era un toreo más clasicista. Ese Roca Rey y las cosas que les hace a los toros... En cada época hay toreros que cambian el paso del toreo. Toreros ha habido siempre buenos. También ha cambiando mucho el toro. Ahora sale cada vez más serio, más cuajado, con más pitones y movilidad, más exigente. Creo que, como el toro que hay ahora, no lo ha habido nunca: en seriedad, en importancia, en bravura, en acometividad y en más fijeza. Ahora se hace más cosas a los toros porque lo permiten», apostilla.

No olvida su tierra, José Ignacio Ramos, que reside desde hace años en Madrid. Ni la feria en la que tantas veces se vistió de luces. Se escapará algún día de estos para ver correr toros en El Plantío. «Cuando llegan estas fechas añoro Burgos. Han sido muchos años actuando en la feria de mi tierra, donde he tenido tardes importantes. Me siento torero y me gustaría ser más joven para seguir toreando». Respecto del cartel de este año, afirma que es bueno. «Hay toreros importantes, es un cartel bastante rematado. Aúna toreros de distintos perfiles, personalidades y conceptos. Creo que está muy equilibrada la feria», concluye el maestro.