Diario de Burgos
Juan Carlos Pérez Manrique

Estos días azules...

Juan Carlos Pérez Manrique


Mercados

13/12/2023

Cuando en 1865 el pintor Manet viajaba por España, recibió una carta en la que un amigo remitente le aconsejaba que en su itinerario se detuviera en Burgos. Decía que aquí, en una gran plaza con soportales sobre los que se proyectaba la sombra de la Catedral, si tocaba día de mercado, sobre todo, brotaba un mundo extraño en el que se mostraban todos los antiguos hábitos de España. El remitente sabía que en los mercados siempre late el pulso profundo de la localidad a la que llegas; que es en ellos donde alcanzas a rozar el alma del sitio que pisas.

El espacio en el que el mercado se desarrolla (antes en plazas al aire libre, desde fines del XIX en espacios cubiertos surgidos con el impulso de la preocupación por la higiene y la salud públicas) traduce su ambición de funcionalidad y belleza. Las mercancías, los detalles decorativos de los distintos puestos, las conversaciones entre compradores y entre compradores y vendedores, las cifras que indican precios, lo que se adquiere y la correspondiente narración en torno a esa compra… todo proporciona ingredientes, matices, colores y olores que mueven el engranaje capaz de activar cada uno de tus sentidos y tu deseo de saber más sobre toda esa realidad en la que te has ido sumergiendo y de la que también forman parte algunos pequeños sueños. A veces los has visto escapar por alguna de las puertas envueltos en la mirada melancólica de quien ese día quería dar a los suyos algo especial y a lo que el billetero, o el vale entregado por la entidad benéfica, se han negado. Mercado comparte etimología con Mercurio, el dios del comercio y encargado de llevar los buenos sueños de Morfeo a los humanos que dormían.

Hay bastantes casos en los que el interés patrimonial del mercado como arquitectura es muy acentuado. Y los hay que ya no existen como es el caso de nuestro antiguo mercado de hierro en la plaza del General Santocildes, inaugurado en 1903 y sustituido por el todavía en funcionamiento de la Plaza España desde 1967. Pero, sobre todo, su valor deriva de su existencia como lugares de intercambio y sociabilidad excepcionales con una atmósfera de intensa vitalidad que cada mañana se renueva y en los que esas naturalezas muertas, esos bodegones apoyados en los mostradores y en las paredes de los distintos puestos, se convierten permanentemente en naturalezas vivas. Y toda esa hermosura en estas fechas se intensifica.