Diario de Burgos
Esther Alonso

Ser o Tener

Esther Alonso


Europa distópica

29/05/2024

Ahora que se acercan unas nuevas elecciones al Parlamento Europeo, no puedo dejar de pensar qué hubiera ocurrido durante la pandemia y la postpandemia de no haber existido la UE. Cómo se hubieran desarrollado las semanas iniciales, sin los materiales de protección mental y sanitaria adecuados; los meses siguientes, sin rutinas ni vacunas; el año después, con unas economías global y local cual cayucos a la deriva cruzando el Mediterráneo. 

Aficionada como soy a la literatura y al cine distópicos, no me es muy difícil imaginar cómo habría sido el resultado de ese trauma sanitario, económico y emocional que nos cambió como nunca, porque, sin entrar en el debate de si de su crisis nos hizo mejores o peores personas, a partir de él supimos de la fugacidad de todo lo que somos y de la fragilidad de todo lo que tenemos. 

De hecho, la última vez que acudimos a unas elecciones europeas, en mayo de 2019, aún éramos más o menos los de siempre: la democracia tenía unas sólidas patas reforzadas con los trozos del último acero del viejo telón derribado en 1989; los conflictos bélicos en el corazón del continente formaban parte de un siglo XX lejano y sangriento; los fanáticos discursos de odio de la extrema derecha solo tenían cabida como objeto de estudio en los libros de historia y de entretenimiento en las películas sobre la Segunda Guerra Mundial; conceptos como postverdad, lawfare y fake news aún no transitaban por nuestro universo cotidiano; y ni siquiera los ingleses, miembros de pleno derecho de la Unión Europea desde 1973, habían podido hacernos su particular sayonara baby por completo

Por todo ello, el voto europeo de este 2024 es más imprevisible que nunca, y la dirección en que se emita determinará de qué manera el golpe de la covid nos ha afectado como ciudadanos de un espacio común que, aunque interviene con sus fondos y su forma en aspectos de trascendental importancia de nuestros respectivos países, a las generaciones más mayores no deja de parecernos algo lejano. Y a las más jóvenes, ajenas a un mundo sin espacio Schengen, sin euros, sin inglés, sin internet y, lo más importante, sin democracia, algo difuso.