Diario de Burgos

La Parte de Bureba reivindica su derecho al olvido

I.E.-F.L.D. / La Parte de Bureba
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Las heridas del pueblo de Salvador Barrio no han cicatrizado a pesar de que han pasado 20 años desde el triple crimen. Los vecinos creen que es el momento de pasar página y que se desvincule a la localidad de 'Angelillo'

Entrada al pueblo desde la N-232, carretera que lo une con Oña. - Foto: Alberto Rodrigo

En el camino hacia el cementerio de La Parte de Bureba, varias amapolas empiezan a brotar en una primavera tardía. Las cunetas, aún por desbrozar, están pintadas de blanco por las pelusas que invaden la atmósfera. Veinte años atrás, familiares y amigos de Salvador Barrio caminaban por este lugar para dar cristiana sepultura al que entonces era su alcalde pedáneo, asesinado cosido a cuchilladas junto a su mujer Julia y su hijo Álvaro, de tan sólo 12 años. Un triple crimen que, aunque tuvo lugar en Burgos, sacudió fuertemente a este municipio de medio centenar de habitantes. Dos décadas después, las heridas siguen abiertas, pero sus vecinos quieren que cicatricen de una vez por todas. 

En el barrio bajo, en mitad de la calle La Granja, la casa de Ángel Ruiz, sospechoso durante los últimos diez años de uno de los episodios más cruentos en la provincia de Burgos, permanece cerrada a cal y canto. Sus vecinos salen a la calle cuando escuchan el claxon de la furgoneta que les trae el pan. Cuando les preguntamos por lo que pasó en la calle Jesús María Ordoño, bajan la cabeza y guardan silencio. «Lo único que queremos es que éste (en referencia a Angelillo), no salga de la cárcel». Nada más quieren decir ni saber. Sólo vivir en paz. 

Los habitantes saben muy bien de lo que es capaz el hombre que está en prisión por la muerte de Rosalía Martínez. Algunos, demasiado. Juan Cruz, que vive a escasos 50 metros, sufrió en sus propias carnes su violencia. Le propinó una brutal paliza por plantarle cara. Por afearle sus robos y la entrada ilegal en la cochera de su hermano. En sus ojos se percibe la dureza de estos 20 años en el pueblo bajo la alargada sombra del triple crimen, y de otros que tuvieron lugar, pero que rechazan recordar en este pueblo. 

Ya en la parte alta, frente al Ayuntamiento, tres mujeres han formado un corrillo. Saben de sobra que les vamos a preguntar por el tema, por eso retrasan el momento todo lo que pueden. Cuando ya no queda más remedio, dictan sentencia: «Hemos sufrido mucho. Parece que en este pueblo sólo ocurren desgracias. Han pasado muchos años, queremos olvidar ya lo que pasó (...)». 

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